I. Introducción: la pregunta moral por la vida y la
libertad
El aborto
libre —entendido como la posibilidad de interrumpir voluntariamente un embarazo
sin requerir una causa específica— constituye uno de los dilemas éticos y
políticos más intensos del mundo contemporáneo. En el siglo XXI, las sociedades
se encuentran divididas entre la defensa de la autonomía corporal y el respeto
al valor intrínseco de la vida humana. La discusión filosófica no es reciente:
desde Aristóteles hasta Martha Nussbaum, la pregunta por el origen, el valor y
el sentido de la vida ha sido inseparable de la reflexión sobre la justicia, el
cuerpo y la libertad.
En Chile,
la despenalización parcial del aborto en 2017 bajo el gobierno de Michelle
Bachelet —limitada a tres causales— abrió un debate que continúa hasta hoy. El
país, históricamente marcado por la influencia del catolicismo y las
dictaduras, representa un microcosmos del conflicto entre ética universal y
moral contextual, conceptos que en la tradición filosófica distinguen entre
principios racionales universales y normas culturales particulares.
El
propósito de este informe es examinar el aborto libre desde una perspectiva
filosófica imparcial, exponiendo cinco argumentos a favor y cinco en contra,
apoyados en la tradición ética universal, y analizando cómo podrían dialogar
con la realidad chilena actual.
II. Fundamentos éticos del debate: entre el deber,
el bien y la utilidad
La ética
filosófica ofrece tres grandes marcos de análisis: el deontológico
(centrado en el deber y la ley moral), el teleológico (centrado en el
fin o bien supremo) y el consecuencialista (centrado en los resultados
de la acción). En cada uno, el aborto puede ser valorado de manera diferente.
- Desde Aristóteles, el fin último de la acción humana es la
eudaimonía —la vida buena y plena conforme a la virtud—. La política, en
tanto ciencia del bien común, debe ordenar las condiciones externas que
favorezcan ese florecimiento. De ahí que el aborto deba evaluarse según si
contribuye o impide la vida buena de la comunidad.
- Desde Kant, toda persona debe ser tratada como un fin en
sí mismo y nunca como un medio. El deber moral, fundado en la autonomía
racional, obliga a respetar la dignidad de todo ser capaz de razón. El
dilema, entonces, es si el embrión posee ya esa condición de fin en sí
mismo.
- Desde el utilitarismo de
Bentham y Mill, el
valor moral de una acción depende de su capacidad para producir el mayor
bienestar posible. El aborto sería justificable si evita sufrimientos
mayores que los que provoca.
- Desde el existencialismo, Sartre y Simone de Beauvoir enfatizan la
libertad radical del sujeto: la existencia precede a la esencia, y cada
individuo es responsable de dar sentido a su vida. El control sobre el
propio cuerpo es expresión de esa libertad, pero también de una
responsabilidad ontológica.
- Desde las éticas
contemporáneas del cuidado,
como la de Carol Gilligan o Nel Noddings, la moralidad no se reduce a reglas
abstractas, sino que se enraíza en la empatía, la vulnerabilidad y las
relaciones concretas. La pregunta ética no sería “¿qué está bien en
general?”, sino “¿qué acción cuida mejor a los implicados?”.
III. Razones filosóficas a favor del aborto libre
1. Autonomía y libertad corporal (Kant, Beauvoir,
Mill)
El
argumento central a favor del aborto libre es el de la autonomía moral.
La tradición kantiana sostiene que la moralidad nace de la libertad: un
individuo actúa éticamente solo cuando se da a sí mismo la ley. Si una mujer no
puede decidir sobre su cuerpo, se le niega la condición de agente moral
autónomo.
Simone de Beauvoir profundiza esta idea en El segundo sexo: la
maternidad impuesta convierte a la mujer en “ser para otro”, un instrumento
biológico del destino ajeno. En términos utilitaristas, John Stuart Mill diría
que limitar la libertad individual solo se justifica para prevenir un daño a
terceros; en este caso, no hay consenso sobre si el embrión constituye ya un
“tercero” con intereses moralmente protegibles.
En Chile,
este argumento cobra fuerza ante los casos de niñas violadas que fueron
obligadas a continuar embarazos, como el de la menor de 11 años en 2013,
llamado mediáticamente “Belén”. El Estado, al impedirle decidir, la trató como
medio de una norma, no como fin en sí misma.
2. Igualdad y justicia de género (Rawls, Nussbaum)
Martha
Nussbaum, desde el enfoque de las capacidades, plantea que la justicia consiste
en garantizar a cada persona la posibilidad real de desarrollar sus potenciales
vitales. Si el Estado restringe el aborto, impide a las mujeres ejercer su
agencia moral y política.
John Rawls agregaría que, tras el “velo de la ignorancia”, ninguna persona
racional aceptaría vivir en una sociedad donde su cuerpo pudiera ser controlado
por otros. El aborto libre, desde esta óptica, es un requisito de equidad.
En Chile,
la penalización histórica del aborto afectó principalmente a mujeres pobres,
mientras las clases altas accedían a procedimientos clandestinos seguros. Esto
evidencia un problema de justicia distributiva, más que solo moral.
3. Responsabilidad moral y ética del cuidado
(Gilligan, Arendt)
Carol Gilligan observa que muchas
mujeres deciden abortar no por egoísmo, sino por sentido de responsabilidad:
cuidar implica también reconocer los límites del cuidado posible. Hannah Arendt
llamaría a esta decisión un ejercicio de “responsabilidad ante el mundo”, no de
mero individualismo.
Desde esta perspectiva, permitir el aborto no promueve la frivolidad, sino la
deliberación ética madura en contextos de conflicto.
4. Reducción del sufrimiento y bienestar social
(Bentham, Singer)
El utilitarismo de Bentham y
Peter Singer enfatiza la minimización del sufrimiento. La ilegalidad del aborto
no impide su práctica, pero la hace insegura. En Chile, antes de la ley de tres
causales, el Ministerio de Salud estimaba más de 30.000 abortos clandestinos
anuales, con alta mortalidad materna. La legalización en países como Uruguay o
Argentina ha reducido drásticamente esas cifras.
Desde una ética de consecuencias, el aborto libre es preferible porque
disminuye el daño total.
5. Pluralismo moral y Estado laico (Locke,
Habermas)
John Locke defendió la separación
entre religión y Estado: la autoridad política no debe imponer dogmas morales
privados. En un Estado plural, la ley debe garantizar libertad de conciencia,
no ortodoxia.
Jürgen Habermas ampliaría este argumento: la legitimidad política surge del
consenso racional entre ciudadanos libres e iguales, no de verdades reveladas.
Por ello, el aborto libre no impone su práctica a nadie, pero permite decidir
según convicciones personales.
IV. Razones filosóficas en contra del aborto libre
1. El valor intrínseco de la vida humana
(Aristóteles, Tomás de Aquino, Kant)
La tradición aristotélico-tomista
considera que todo ser humano participa de un telos natural orientado al bien y
la perfección. Interrumpir deliberadamente la vida humana sería frustrar ese
fin natural.
Kant también podría oponerse: si la vida racional es condición del deber moral,
el respeto a la vida potencial sería un imperativo categórico. El embrión,
aunque no racional todavía, pertenece a la humanidad como especie dotada de
razón, y su destrucción podría implicar una contradicción en la ley universal:
usar la vida como medio para un fin subjetivo.
En Chile, la objeción de
conciencia institucional en hospitales católicos se apoya precisamente en esta
visión del respeto absoluto por la vida humana.
2. La pendiente resbaladiza moral (Hobbes, Burke)
Thomas
Hobbes sostiene que la función del Estado es evitar el caos moral mediante
leyes firmes que regulen los impulsos humanos. Si se relativiza el valor de la
vida prenatal, podría abrirse la puerta a nuevas formas de instrumentalización
de la existencia.
Edmund Burke, desde el conservadurismo ilustrado, advertía que cambiar
instituciones morales sin medir consecuencias erosiona los lazos de confianza
social. La liberalización total del aborto podría, según esta lógica, debilitar
el sentido cívico de responsabilidad hacia la vida.
3. La interdependencia y la comunidad (Aristóteles,
MacIntyre, Sandel)
Aristóteles definía la polis como
una comunidad orientada al bien común. La virtud no se ejerce en soledad, sino
en la reciprocidad. Al concebir el aborto solo como asunto privado, se
fragmenta la noción de ciudadanía compartida.
Alasdair MacIntyre y Michael Sandel critican el individualismo liberal: las
decisiones morales no pueden separarse de las tradiciones comunitarias que nos
constituyen. En sociedades como la chilena, donde la vida es un valor
profundamente arraigado, el aborto libre podría interpretarse como ruptura de
un horizonte común.
4. La ética de la responsabilidad ante la vida
(Jonas, Levinas)
Hans
Jonas, en El principio de responsabilidad, sostiene que la vida, por su
fragilidad, merece una protección asimétrica: la carga de la prueba recae sobre
quien pretende interrumpirla. Emmanuel Levinas, por su parte, funda la
moralidad en el rostro del Otro, que nos interpela y nos obliga antes de toda
elección.
El embrión, aunque sin rostro visible, simboliza esa alteridad radical que
exige cuidado. Desde esta perspectiva, la ética del respeto a la vida se
antepone a la libertad individual.
5. Consecuencias psicológicas y sociales
(Aristóteles, Durkheim, Viktor Frankl)
Desde una
óptica eudaimónica, Aristóteles diría que la felicidad requiere coherencia
moral y virtud. El aborto, si se vive como ruptura de esa coherencia, puede
generar culpa o vacío moral.
Émile Durkheim advertía que cuando las normas morales se debilitan, surge la
anomia: la pérdida de sentido. En términos existenciales, Viktor Frankl vería
en el aborto una decisión que puede privar a la vida de significado
trascendente, tanto para la madre como para la sociedad.
En Chile, algunos grupos feministas reconocen esta complejidad al proponer
acompañamiento psicológico integral antes y después del procedimiento.
V. El caso chileno: entre la moral católica y la
ética pluralista
Chile es
un país donde la tensión entre moral religiosa y ética laica se ha manifestado
en casi todos los debates públicos. Hasta 2017, mantenía una de las
legislaciones más restrictivas del mundo, producto de la reforma al Código
Sanitario impuesta durante la dictadura en 1989, que prohibió el aborto incluso
por razones médicas.
La ley de
tres causales —riesgo vital, inviabilidad fetal y violación— representó
un punto medio entre las demandas feministas y la oposición conservadora. Sin
embargo, el debate por el aborto libre (“aborto a secas”) ha resurgido en el
contexto del nuevo proceso constituyente y las movilizaciones de 8M.
Desde una
perspectiva filosófica, Chile encarna el conflicto de la necesidad de pasar del
pensamiento mítico, guiado por la tradición y la autoridad, al pensamiento
racional autónomo. El desafío ético es construir una deliberación pública capaz
de salir de la caverna de los prejuicios —religiosos o ideológicos— y analizar
racionalmente los fundamentos de nuestras normas.
El
pluralismo chileno contemporáneo exige reconocer que existen múltiples
concepciones legítimas del bien. En palabras de Aristóteles, la política debe
buscar el bien común, no el bien de un grupo; y para Rawls, la justicia
consiste precisamente en diseñar instituciones que puedan ser aceptadas por
personas con valores distintos.
VI. Síntesis comparativa: las dos lógicas del
argumento
El debate
sobre el aborto libre no es reducible a “vida vs. libertad”. En realidad,
enfrenta dos modos de concebir la moral:
- La ética de la autonomía: centrada en la libertad individual, la
dignidad y la autodeterminación racional.
- La ética de la vida y la
responsabilidad:
centrada en el respeto ontológico por la existencia y la preservación de
la comunidad.
Ambas
tradiciones, lejos de ser excluyentes, se complementan en la búsqueda de una
moral pública razonada. La tradición aristotélica enseña que la virtud está en
el justo medio: ni la rigidez moralista ni el relativismo absoluto conducen a
la vida buena. En este sentido, el desafío ético chileno sería articular una
legislación que reconozca la autonomía sin trivializar la vida.
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